sábado, 15 de diciembre de 2007

Tercer domingo de Adviento

Queridos amigos y amigas, el Adviento avanza. Se acerca Navidad. ¿Nos vamos predisponiendo interiormente?
Veamos el evangelio de hoy.
Juan Bautista creía firmemente que el Mesías vendría a devolver al pueblo de Israel la libertad, la dignidad y la justicia. Y por eso, a los dirigentes religiosos y a los dirigentes políticos (fariseos y saduceos) y también al reyezuelo Herodes, que eran los responsables directos de la injusticia en que vivía el pueblo, les anunciaba que su castigo sería inminente; y, a la vez, al pueblo le decía que estuviera preparado, porque el juicio estaba cerca (Recordad las expresiones leídas el domingo pasado: el hacha ya está a la raíz de los árboles, la pala está dispuesta para aventar la paja...)
Pero resulta que un día Herodes manda detener a Juan Bautista y le mete en la cárcel, y allí le surgen dudas al profeta: –¿qué está pasando? ¿cuándo será el juicio de Dios? ¿cuándo serán castigados los auténticos culpables? ¿cómo es que Dios calla? ¿es que Jesús de Nazaret no es el Mesías?
La situación era muy normal, y seguramente nos habrá pasado a nosotros más de una vez. Esta misma semana alguien me decía: –¿tiene sentido nuestra lucha? ¿nos lleva a alguna parte este ir siempre contra corriente? ¿dónde están los resultados?
Por eso, Juan Bautista decide enviar unos discípulos suyos que pregunten directamente a Jesús si El es el Mesías. El discernimiento pide siempre diálogo, búsqueda y reflexión sobre la realidad. Y Jesús no responde ni con afirmaciones ni con negaciones teóricas, sino con hechos. El discernimiento se clarifica en la acción: dime como actues y te diré como piensas y quien eres... Id a decir a Juan lo que véis y lo que habéis oído decir: que los ciegos ven, los sordos oyen, los muertos resucitan, los desvalidos oyen el anuncio de la buena Noticia, y feliz aquel que no quede decepcionado de mi...
Juan Bautista pensaba que la prioridad del Mesías era juzgar a la humanidad, y sin embargo el Mesías venía a dar a la humanidad la posibilidad de crecer y liberrarse por sí misma. El gran instrumento de Dios no es el castigo, sino el amor. Un amor que no defrauda.
Qué buena felicitación de Navidad sería ésta: Que la Navidad no nos defraude...
Amigos y amigas, hasta la próxima semana
Manel