viernes, 29 de junio de 2007

Domingos XIII i XIV - 1 i 8 de julio

Queridos amigos, estarè ausente un par de semanas, y por eso aprovecho para comentaros los evangelios del 1 y 8 de julio.

Iniciamos lo que se llama el camino de Jesús de Galilea a Jerusalen, a donde acude ya para acabar su obra. Pero en la larga travesía, sucederàn una serie de acontecimientos que el evangelista Lucas, en una narraciòn más larga que en Mateo y Marcos, se encarga de transmitirnos. Podríamos decir que Jesús irá haciendo una catequesis itinerante, marcando las líneas de la buena nueva del Reino.

Así, en el evangelio del domingo XIII (1 de julio), encontramos un principio muy evangélico: de cara a los demás, tolerancia; de cara a nosotros mismos exigència.

Cuando Sanatiago y Juan caen en la tentación de castigar a los samaritanos que no les han recibido, Jesús renuncia a la violencia y a la venganza y recrimina su actitud. La tolerancia y el diálogo estan siempre por encima de la violencia.

Sin embargo, cuando tres diferentes viandantes se acercan a Jesús dispuestos a seguirle, los niveles de exigencia son muy altos: quien quiera ser seguidor de Jesús tendrá que abandonar cualquier situación de seguridad, tendrá que preferir la vida del Reino a cualquier otra vida, y tendrá que mirar siempre adelante, renunciando al pasado.

En nuestro camino por la vida, no dejemos de mirar al camino de Jesús con sus apóstoles.





El segundo domingo, por su parte, día 8, XIV durante al año, continúa el tema del domingo pasado. Estamos en el mismo escenario, pero ahora la catequesis es distinta: mucha es la mies y pocos los segadores. Hay mucho trabajo para llegar a implantar el Reino de Dios, y, ademas, la oposición es muy fuerte. Setenta (o setenta y dos) es un número simbólico, ja que es el número de pueblos que había en la tierra, según el libro del Génesis. Jesús, por lo tanto, expresa la universalidad de su mensaje. Desear la paz, curar a los enfermos, compartir la vida y la mesa, sin prejuicios ni discriminaciones, son maneras concretas de anunciar el Reino, y los misioneros (enviados) tendrán que ser coherentes con lo que predican, relativizando la seguridad y la eficacia que pueden dar los bienes materiales.
Hoy en nuestro entorno tendremos que encontrar las maneras concretas de hacer llegar la buena noticia del Reino. Tendremos que ser mensajeros de paz y portadores de alegría y de esperanza. Para los que estan lejos y para los que estan ecrca. El optimismo de la esperanza cristiana ha de ser más comunicativo.
Para ser predicadores de la paz, siempre recordaremos la memorable encíclica de Juan XXIII sobre la paz: ésta tiene que asentarse sobre cuatro pilares imprescindibles: la verdad, la justicia, la libertad y el amor.

Amigos y amigas, hasta el próximo sábado día 14.