viernes, 3 de agosto de 2007

Domingo XVIII durante el año - 5 de agosto 2007

Queridos amigos y amigas, desde el calor de agosto, aunque celebremos hoy el reconfortante título de María de las Nieves, mi cordial saludo, estéis donde estéis, y mi comentario habitual del texto del evangelio que nos propone hoy la Iglesia.

Está claro que Cristo no vino a la tierra para ser un asesor de negocios materiales, sino un maestro del espíritu, un consejero espiritual.
Por eso, cuando uno le pide que haga de intermediario en una cuestión de dineros y herencias, su respuesta es guardaos de toda ambición...Son dos lenguajes diferentes, desde dos perspectivas diferentes.
La ambición y la codicia están hoy a la orden del día en muchas de las personas que nos rodean y provocan muchos dolores de cabeza y preocupaciones a mucha gente.
Por otra parte, es hasta cierto punto normal que sean actitudes dominantes en las personas que no ven otra dimensión en la vida que la dimensiòn puramente terrenal. Mirada la existencia desde esta óptica, la pretensiòn de gozarla y asegurarla es la máxima pretensión.
Jesús, sin embargo, nos hace volver a la realidad: aunque alguno tuviera dinero de sobras, sus bienes no le podrían asegurar la vida. Y presenta la parábola del rico insensato que planifica las cosas al margen de la realidad y del proyecto de Dios. Por eso concluye: no reúnas tesoros para tí mismo, sino que hazte rico a los ojos de Dios. Porque lo que da valor a una persona es lo que es espiritualmente valioso, y no lo que uno posee materialmente.
¿Qué quiere decir hacerse rico a los ojos de Dios? Compartir todo lo que somos y lo que tenemos con los más débiles y necesitados.
Como dice la primera lectura de las de hoy, los bienes de aquí son estrictamente vanidad, es decir, acaban con ls muerte y no pasan más allá.
El pensamiento global de Jesús sobre las riquezas y los bienes materiales no deja de ser impactante en el mundo de hoy, y el evangelio de hoy es una buena muestra. El listón lo puso muy alto, pero siempre podemos avanzar y crecer un poco más en la solidaridad y el saber compartir. Son las exigencias del mensaje de Jesús.

Amigos y amigas, suave verano, y a recopilar fuerzas para empezar un nuevo curso. Adiós, hasta el pròximo domingo. Manel