sábado, 17 de noviembre de 2007

Domingo 33 de durante el año - 18 de octubre 2007

Queridos amigos y amigas, el evangelio de hoy viene condicionado por el hecho de ser prácticamente el último domingo del año litúrgico, ya que solamente nos queda la fiesta de Cristo Rey.
Y nos encontramos hoy con una pasaje un poco complicado.
Por una parte, casi es lógico que tratándose del último domingo, el tema que aborde sea el del final que esperamos, ese final incierto, que a veces se nos muestra con tonos dramáticos y apocalípticos, aunque, por eso precisamente, acabe con una promesa clara y esperanzadora en boca de Jesús: sufriendo con constancia ganaremos para siempre nuestras vidas.
Jesús al afirmar que el templo, que tanto admiraban sus contemporáneos, sería destruido, indica que el templo había perdido su valor, y ya no era el signo de la alianza de Dios con su pueblo; pero, a la vez, dejaba claro que el final del templo no era el final de la historia, sino que ahora surgía algo nuevo, una nueva alianza. Con Cristo comenzaba una nova historia individual y colectiva.
Y esta nueva alianza entre Dios y la humanidad se hacía efectiva mediante la implantación del Reino, que es reino de amor, de libertad y de gracia, de justicia y de paz. Pero esta implantación del Reino será lenta y progresiva, no exenta de dificultades y de graves acontecimientos que afectaran, incluso, y muy concretamente, a la vida de todos aquellos y aquellas, hombres y mujeres, pueblo de Dios, que luchen de verdad para hacerlo posible.
De hecho, si observamos lo que está pasando hoy a nuestro alrededor vemos que es así. La nueva alianza es una alianza que nos implica y nos compromete. La gran conflictividad político religiosa que hoy está presente, nos exige estar alerta para saber cómo hemos de actuar; el desconocimiento de la fecha de la venida concreta de Cristo, nos hace vivir en una expectativa esperanzada; y el día a día, el presente cotidiano, nos pide una vigilancia permanente. Y es así cómo, de manera incierta, pero siempre llena de esperanza, se construye el Reino, la nueva alianza entre Dios y la humanidad, sellada por Cristo.
En la espera paciente del día del Señor, del último día de este mundo, los cristianos y cristianas tenemos que superar sobre todo dos tentaciones: un abandono pasivo a la sola acción de Dios (como si todo dependiese de El), y un activismo nervioso e impaciente, muy rápidamente afectado y desanimado por el fracaso (como si todo dependiese de nosotros).
Amigos y amigas, buena semana, y hasta la próxima.