viernes, 9 de marzo de 2007

Tercer domingo de Cuaresma

Queridos amigos y amigas, la Cuaresma llega a su Ecuador. Que no se nos escapen las oportunidades. El tiempo huye, no se detiene y nos arrastra.
Vamos con el comentario del evangelio del tercer domingo. Una invitación a la conversión, a dar nuevos frutos, a no cesar de dar sentido a nuestra vida.

El texto del evangelio que leemos hoy es propio y exclusivo de san Lucas. Es una llamada a la conversión para dar más frutos de vida.
El texto consta de dos partes.
En la primera, Lucas evoca dos sucesos, sobre los cuales da poca información, porque se supone que eran muy conocidos por el pueblo.
El primero es un abuso de poder por parte del gobernador Pilato. Parece ser que en unas fiestas de Pascua, a las que habían acudido galileos, como acudían de todo el territorio, y que tenían que asistir a los sacrificios del templo para comprar el cordero que luego, al volver a casa, tenían que comer en família, se encontraron con que el precio de los animales se había disparado, y era porque Pilato había ordenado un impuesto extraordinario para poder construir un acueducto que abastecieses de agua a Jerusalén. Un grupo de galileos protestaron airadamente, y Pilato zanjó su protesta matando a unos cuantos.
El segundo suceso evocado por el evangelista fue un accidente laboral: al lado de la muralla de Jerusalén se encointraba la piscina y la torre llamadas de Siloé, y en unas obras de ampliación de la torre, murieron 18 obreros, al derrumbarse parte de la construcción.
Tenemos, pues, dos hechos, y en los dos, según la mentalidad judía, habrían muerto unas cuantas personas porque eran pecadoras. La muerte les habría sobrevenido como un castigo de Dios. Pero esto no es así. Tratándose de Dios hay que borarr de la mente cualquier relación entre pecado, culpabilidad y muerte o castigo.
Por eso, en la segunda parte del texto, la enseñanza de Jesús se clarificará todavía más. Para Dios lo único que cuenta son los frutos de vida. Estos son los que identifican a las personas. Morir tenemos que morir todos. Lo importante es cómo nos presentaremos a los ojos de Dios.
La higuera y la viña son imágenes muy significativas en la historia de Israel. Dios ha sido muy paciente siempre con su pueblo. Ahora el viñador, que es el Hijo de Dios, hace ya tres años que espera fruto (alusión a los tres años de predicación de Jesús), pero no lo encuentra. Les dará, sin embargo, una nueva oportunidad, después de su muerte y de la renovación de la alianza.
Cristo es el viñador de nuestras vidas y espera frutos de amor, de corresponsabilidad, de solidaridad, de donación. Estamos en el mundo para contruir su Reino de verdad, de justicia, de paz, d elibertad, de vida y de esperanza. El tiempo pasa y todavía no hemos dado todos los frutos, aún hay vida para sembrar y alegría que celebrar. Un día se acabarán las oportunidades, porque se cabará ya nuestra vida en este mundo.

Amigos y amigas, hasta la próxima semana.
Manel