sábado, 8 de septiembre de 2007

Domingo XXIII durante el año

Queridos amigos y amigas, el evangelio no engaña a nadie, y el texto de hoy es una buena muestra. Seguir a Jesús no es fácil. Seguir a Jesús exige darlo todo, y quien no quiera o no esté dispuesto, que no se lance. Este planteamiento, sin embargo, es la meta, la perfección, y para llegar a este final, hay todo un camino para recorrer. Un camino duro. Un camino en el que habrá de todo: caídas y esfuerzos por levantarse, decepciones, e ilusiones, momentos de oscuridad y momentos brillantes y gozosos.
Jesús, en concreto, propone como senderos para seguirle tres proposiciones radicales:
a) disposición a subirdinarlo todo, y si es necesarió aún lo más íntimo y próximio, como es la familia, a la adhesión a El, a su Reino y a su evangelio.
b) disposición para cargar con la cruces que surjan como consecuencia de ser fieles al evangelio
c) y disposición a renunciar a todo, si fuera necesario.

Si somos sinceros, seguro que nos encontramos muy lejos de estas disposiciones y tal vez no lleguemos nunca, pero no podemos renunciar a la utopia. La fe nos es concedida una vez para siempre, pero la hemos de ir acogiendo a la largo de nuestra vida, sobre todo cuando la intervención de Dios a través de los llamados signos de los tiempos nos obliga a dar una respuesta a la llamada que El nos hace.
El camino es difícil y exige mucho, y por eso el evangelio acaba con una invitación a partir de la propia realidad personal. ¿Cómo adquirir las fuerzas necesarias para recorrer mi camino cristiano?
Amigos y amigas, hasta la próxima semana.