jueves, 25 de enero de 2007

Domingo IV - 28 de enero 2007

Queridos amigos y amigas, nuevamente presente en mi cita semanal para ofreceros unas ideas de comentario y reflexión sobre las lecturas de este IV domingo de durante el año. Veo que no os animáis a enviar ni siquiera un comentario para decir: te leemos. Ya sabéis que los escritores escribimos para ser leídos... A ver si esta semana hay más suerte. Y también para la discrepancia, si es necesario...

Por su contenido y por su gran valor espiritual, no cabe duda que la lectura que más llama la atención en la liturgia de hoy, y que muchos recordaréis por haberla leído el día de vuestra boda, es el Himno a la Caridad, de sant Pablo, proclamado en la segunda lectura.
Por su manera de relativizar y subordinar todas las cosas al amor (al amor cristiano, agapé; y no al eros helenístico), y por las quince cualidades atribuidas al amor auténtico (siete en positivo y ocho en negativo), así como por la convicción de que el amor constituye la gran opción vital que nos identificará delante de Dios y que nos perpetuará eternamente, podemos decir que nos encontramos ante una de las páginas más brillantes que se han escrito nunca sobre el amor. Una página que haremos muy bien en repasar y reflexionar a menudo.
Pero vayamos ya al evangelio. El text de hoy continua el del domingo pasado. Y de su lectura atenta y pausada se desprende una observación que, por desgracia, se encuentra muy enraizada y presente en muchas personas de nuestro tiempo que muestran tener una personalidad tan poco firme y definida como aquellas que escuchaban a Jesús aquel sábado en la sinagoga de Nazaret.
Fijaos: –cuando Jesús se aplica a sí mismo las palabras de Isaías, la reacción es extrañar-se de que salgan de sus labios aquellas palabras. ¿Qué ha pasado? Que no les interesa lo que ha dicho, sino quién lo ha dicho. Y esta es la muestra más patente de no querer escuchar, de actuar con prejuicios y de enfatizar quién es el emisor de los mensajes, en perjuicio del mensaje mismo. ¿Y no es esto lo que pasa hoy a menudo en nuestra vida cotidiana?
Todavía hay un hecho más grave: –aquellos oyentes de Jesús, cuando se ven retratados en su incredulidad y en su pretensión de ser los beneficiarios exclusivos, por si acaso, de la liberación propuesta por Jesús, y se percatan de que eso no será así, quieren tirarlo por el precipicio. Actitud y tentación que ha perdurado a lo largo de la historia: si no podemos matar el mensaje, matemos al mensajero...
Hoy se habla mucho de incredulidad, y también de los mensajes erróneos lanzado por el cristianismo, pero no es oro todo lo que reluce. Hay mucha trampa, y muchos intentos de autojustificar malas conciencias. Y es que, en defnitiva, la opción de Jesús, que ha de ser la opción de sus seguidores y seguidoras, de ser portvoz de buenas noticias a los desvalidos, ni es facil, ni es cómoda, ni es demsiado gratificante en un mundo injusto que sólo puede sobrevivir mientras los pobres sean cada vez más numerosos y más pobres...

Gracias por leerme y que tengáis una buena semana