La narración del evangelio es literariamente un drama, de tipo teológico-simbólico, y de un gran interés. No es, por tanto, una narración estricta de un hecho histórico, ni necesariamente un relato de un hecho milagroso.
Sabemos que Juan es un evangelista eminentemente simbólico y a lo largo de su evangelio el tema de Jesús como
El centro del relato es un ciego de nacimiento, o sea, un marginado social (tenía que pedir para vivir) y un marginado religioso (ya que si había nacido ciego era, según la mentalidad judía, porque él o sus padres habían pecado, es decir, se habían apartado de Dios).
Jesús, naturalmente, no lo considera así, y además de romper esta mentalidad, le cura en un sábado, para dejar muy claro que por encima de los rituales están las personas. ¡Cuánta razón tienen quienes leyendo los evangelios entienden que a Jesús le importaban muchos más las personas y no sus errores o pecados...!
En el diálogo de los fariseos con los padres del ciego queda patente, además, que no hay peor ciego que quien no quiere ver. La lógica de los padres es la lógica aplastante de quien actúa sin prejuicios:
El evangelio de hoy es una página muy sabia. Todos nosotros estamos llamados a ser luz y en Cristo encontramos la luz necesaria para ser luminosos para los demás. El signo de Jesús de poner en los ojos del ciego un poco de barro es la renovación del gesto creativo de Dios, narrado en el libro del Génesis. Somos llamados y llamadas a ser hombres y mujeres nuevos. Cuaresma es esto: un tiempo de renovación, de ver un poco más claro, de hablar de lo que hemos vivido... Sobre todo, de nuestra propia experiencia.
Amigos y amigas, un saludo muy cordial
Manel
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