sábado, 10 de noviembre de 2007

Domingo treinta y dos de durante el año 10-10-08

Queridos amigos y amigas, comencemos por enmarcar debidamente el evangelio que se nos propone hoy.
Los dos grupos religiosos más importantes en el tiempo de Jesús eran los saduceos y los fariseos. enemigos irreconciliables entre sí, aunque con frecuencia se ponían de acuerdo para objetar contra Jesús.
Los saduceos, dentro del judaísmo, eren los más conservadores y, como sucede hoy también con frecuencia, eran los miembros de la clase social más rica y poderosa. Religiosamente sólo admitían como libros revelados por Dios los revelados a Moisés, o sea los cinco primeros de la Bíblia, el Pentateuco. Solamente creían en la vida presente, una vida en la cual ellos eran los privilegiados, situación que demostraba, siempre según ellos, que ellos eran los preferidos de Dios.
Los fariseos, por el contrario, eran fanáticos de la letra de la ley y del cumplimiento externo, y creeían firmemente en la resurección, como una continuación para siempre de la vida de aquí.
Por otra parte, para entender la trampa burlesca con que pretenden desprestigiar a Jesús, hay que tener en cuenta la llamada ley del levirato (de levir, en latín, cuñado), según la cual, cuando una mujer quedaba viuda sin hijos, si su esposo tenía´algún hermano éste había de casarse con la viuda, para perpetuar el apellido paterno de su esposo difunto.
Un grupo de saduceos, pues, va con una exageración de esta ley a Jesús y le hacen una pregunta absurda. Jesús, entonces, deja claro que la fe en la resurrección se identifica con la fe en el Dios vivo y viviente que no abandona a la muerte a aquellos con los que ha hecho alianza.
Este evangelio, por lo tanto, nos ofrece una buena ocasión para reafirmar nuestra fe en la resurrección, pero partiendo siempre del hecho de que la resurrección es un misterio y, como ta, está por encima de nuestro alcance inteligente.
Todos los seres humanos nos hacemos las grandes preguntas: ¿hay otra vida? ¿podemos pensar que cuando morimos no morimos del todo? ¿volveremos a ver a aquellos que hemos amado y conocido en este mundo? El cristianismo, frente a todo esto, da una respuesta: todos esperamos un final, pero hasta cuando no llegue no sabemos ni cuándo ni cómo será;pero confiamos totalmente en el Cristo resucitado que nos hará partícipes de su resurrección. Y no hay nada más que decir.
Amigos y amigas, hasta la semana pròxima.