viernes, 26 de octubre de 2007

Domingo 30 durante el año - 28 octubre 2007

Queridos amigos y amigas, el evangelio de hoy nos presenta una parábola con una clara intencionalidad didáctica y pedagógica: en el terreno de la fe y de la relación con Dios, nadie puede sentirse seguro, y menos compararse con los demás para menospreciarlos. Cada uno ha de rezar y dirigirse a Dios desde el reconocimiento de saber bien quién es y cómo actúa en él, en ella, la gratuidad de Dios.
Un primer punto que llama la atención en esta parábola es que, a pesar de que la mayoría de las parábolas de Jesús tienen como marco de fondo un ámbito rural, ésta se sitúa en un ámbito urbano, concretamente en la ciudad de Jerusalen, en el recinto del templo, lugar al que acudía la gente a purificarse de sus pecados.
Y un segundo punto que es necesario subrayar es que los dos protagonistas del relato son un fariseo y un publicano que eran dos personajes que en aquel tiempo eran enemigos e irreconciliables.
Los fariseos se consideraban los puros y perfectos ante Dios, sobre todo porque decían cumplir la letra de la ley. En concreto, entre otras prescripciones, se jactaban, como expresa la parábola, de ayunar dos veces por semana y pagar los diezmos de todo lo que poseían.
Los publicanos, por su parte, como es bien sabido, eran los recaudadores de impuestos del imperio romano y, como tales, eran tildados de antipatriotes, a la vez que muchos de ellos se aprovechaban también de los más débiles (huérfanos y viudas, entre otros) ya que si dejaban de cobrar algún impuesto, perdían la comisión y tenían que pagarlo de su bolsillo. El fariseos, por lo tanto, los tildaban de ladrones, injustos y pecadores...
Así las cosas, la parábola nos presenta cómo rezan ante Dios estos dos personajes, mostrando, como es natural, que la oración siempre revela lo que hay dentro de las personas que rezan.
El gran error del fariseo es compararse con el publicano y sentirse superior a él delante de Dios y de los hombres; y el gran acierto del publicano es reconocer sus errores y pedir misericordia.
La parábola subvierte el orden religioso judío: el que creía que se hallaba dentro, está fuera; y quien se sentía excluído, está muy adentro.
¿No pasa también esto a veces entre nosotros?
Amigos y amigas, buena semana, y hasta la próxima. Felicidades por todos los santos y un recuerdo muy especial para todos los seres queridos que gozan ya de la eternidad.
Manel