Queridos amigos y amigas, este año la liturgia nos ofrece, en los tres últimos domingos de Cuaresma, las tres catequesis bautismales que fundamentalmente recibían los catecúmenos antes de su ingreso en la Iglesia, y que tienen como tema el agua, la luz y la vida. Por eso dejamos la lectura de Mateo y nos adentramos en el evangelio de Juan, para reflexionar sobre el pasaje de la Samaritana (agua), la curación de un ciego de nacimiento (luz) y la resurrección de Lázaro (vida).
Hoy el evangelio nos muestra el encuentro que se produjo entre Jesús y una mujer samaritana, con un largo diálogo al pie del pozo de Jacob, todo él lleno de matices y espléndidas reflexiones.
Observamos, en primer lugar, que la iniciativa parte de Jesús, ya que es El quien rompe el silencio y adopta una postura muy original y distinta, si tenemos en cuenta que los hombres judíos habitualmente no hablaban en público con las mujeres, y mucho menos un judío con una samaritana, ya que ambos pueblos estaban enemistados.
Empiezan, por lo tanto, Jesús y aquella mujer un diálogo que será un modelo de ´diálogo enriquecedor, porque comienza con un dame agua, de Jesús a la samaritana, y acaba con un Señor dame de tu agua, de la mujer a Jesús.
¿Qué ha pasado? ¿qué transformación ha tenido lugar?
Si analizamos el texto la respuesta es que la mujer ha descubierto el agua viva. ¿Qué es esta agua viva? El mismo evangelista Juan nos lo dice en otro pasaje: el Espíritu es la presencia viva en nuestro interior de aquel que anima y santifica nuestra vida espiritual. La samaritana iba a buscar agua al pozo para satisfacer una necesidad material, y ahora ha descubierto que su sed espiritual también necesitaba y muy urgentemente ser satisfecha.
El encuentro con Jesús acaba con una actitud que no podía ser otra: aquella mujer se va a su pueblo, y muchos samaritanos creyeron en Jesús por la palabra de la mujer y por ellos mismos.
Imitemos a la samaritana. En nuestro proceso personal y comunitario de fe, Dios llevó un día la iniciativa: nacimos y fuimos bautizados. Nuestra vida material se ha ido desenvolviendo y creciendo; nuestra vida espiritual también necesita ser alimentada para no quedarse anémica. Es bueno descubrir que las personas seguimos teniendo sed de vida espiritual, y si la sed es auténtica, buscaremos la fuente para calmarla. Como dijo el poeta, de noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra, sólo la sed nos alumbra...
Queridos todos, un abrazo
Manel Simó
sábado, 23 de febrero de 2008
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