Queridos amigos y amigas, al igual que el domingo pasado, cada año y en cada ciclo, en el segundo domingo de cuaresma el evangelio siempre es el mismo. Es la catequesis conocida como La Transfiguración de Jesús.
I al igual que decíamos el domingo pasado sobre el pasaje de las tentaciones, nos encontramos frente a una narración simbólica, que contiene una afirmación teológica fundamental sobre Jesús: es mi Hijo amado, escuchadle, es decir, las mismas palabras que se escucharon en el momento de su bautismo. O sea, la reafirmación de la filiación divina de Jesús.
Hay que recordar en qué contexto aparece esta escena de hoy. Jesús acaba de anunciar a sus discípulos su Pasión y su muerte, pero éstos no han entendido que la misión del Cristo tenga que pasar por el sufrimiento. Pedro, en concreto, se ha resistido explícitamente en reconocerlo y Jesús se lo ha recriminado. Por eso, seguidamente, Jesús coge a Pedro, Santiago y Juan y les va a hacer partícipes de una experiència que les demuestre que el hecho de ir a la muerte no será el camino hacia un fracaso, sino hacia un triunfo. En una palabra, les hará vivir anticipadamente la Pascua.
Los símbolos que aparecen en la narración son bastante obvios: Jesús se muestra como el nuevo Moisés i el nuevo Elías, lider y profeta de la nueva alianza, Hijo de Dios muy amado, que con su muerte y sú resurrección obtendrá la nueva y definitiva alianza de Dios con la humanidad.
La narración tiene para nosotros un transfondo psicológico muy importante. Todas las personas necesitamos en la vida saber hacia donde vamos. El motor de la vida es la esperanza de conseguir lo que anhelamos y deseamos. Todos necesitamos soñar el futuro, sin instalarnos en el presente. Y en este sentido, resulta muy curiosa y reveladora la reacción de Pedro: cuando entreveía el sufrimiento, quería huir; cuando tasta la gloria, la quiere ya y para siempre...
Muestra que no ha entendido el camino, o que lo quiere vivir a su manera...
El camino de Cristo es que para conseguir la utopía del Reino en su plenitud, se ha de caminar por la lucha y el esfuerzo. Todo lo que de verdad vale, tiene un precio, y a veces un precio muy duro...
Amigos y amigas, sigamos viviendo la Cuaresma, que si no estamos atentos se nos escapará muy rápida..
Una abrazo, Manel
viernes, 15 de febrero de 2008
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