Queridos amigos y amigas, ya es tradicional que el primer domingo de Cuaresma, en cada ciclo según los diferentes evangelistas, se nos presente el evangelio llamado de las tentaciones de Jesús. No se trata de ninguna crónica o reportaje sobre un hecho que le pasó a Jesús, sino de una composición simbólica que nos ofrece un mensaje teológico.
Mateo, que es el evangelista que leemos este año, es el único que situa a Jesús durante cuarenta días en el desierto, para evocar los ayunos de Moisés y Elías. Y en cuanto a la forma, el relato de Mateo es presentado como un típico debate entre rabinos, en el cual cada una de las partes cita un texto de la Escritura a su favor. Los dos interlocutores son, en este caso, el diablo, o Satanás, personificación del espíritu del mal, y Jesús, el Mesías, quien tendrá que superar las tres grandes tentaciones típicas del mesianismo: - poner a Dios al servicio únicamente de su provecho personal; unir la fe a manifestaciones espectaculares; y confundir religión y poder temporal.
Por otra parte, es obvio que esta página ha sido escrita para los seguidores y seguidoras de Jesús. Al iguial que El triunfó sobre estas tentaciones, igual tendremos que hacer nosotros, igual tendrá que hacer la Iglesia, el nou Israel, el nuevo pueblo de Dios.
Y la síntesis de las tres tentaciones es la permanente tentacíón del poder. Porque el poder es la gran fuente de corrupción y de deslealtad personal y comunitaria que afecta a las personas y a los pueblos. ¿Qué estropea, sino, las relaciones humanas, la vida política y la vida de la misma Iglesia? Dios continúa estando presente cuando la humanidad pasa hambre, pero los desiertos no se han de convertir en panes mediante las rogativas a Dios, sino con el esfuerzo humano. Dios continúa presente en la Iglesia, pero ésta no ha de pretender crecer mediante gestos espectaculares, sino mediante el servicio anónimo, desinteresado y entregado a la condición humana. Y Dios es Dios, pero nunca ha querido hacer de la humanidad una conquista por la fuerza y la imposición. Ningún bien impuesto es un bien que respete la dignidad de la persona humana.
Tenemos que reflexionar muy profundamente hoy esta página del evangelio.Ánimo, y muy buena cuaresma.
Una abrazo.
sábado, 9 de febrero de 2008
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