Queridos amigos y amigas, como ya es sabido, hoy es Navidad en las iglesias orientales, ya que, de hecho, hasta finales del siglo III, hoy era el día de Navidad en toda la Iglesia. Epifanía, como bien sabéis, es una palabra griega que significa manifestación, y lo que celebramos no es un hecho (los Reyes) que hasta puede ser dudosamente histórico, sino la dimensión universal del misterio de Jesús que vino para todos los pueblos de la tierra. Los magos son solamente un símbolo que recuerda esta dimension. Cristo nace para dar a conocer el amor de Dios y la salvación a todos los pueblos, judíos y paganos, hombres y mujeres de cualquiera raza y condición. En el evangelio de Lucas aparecen adorándole unos sencillos pastores judíos, y en el evangelio de Mateo, unos sabios venidos de Oriente.
Por otra parte, en la narración de los magos (de hecho esta palabra es la traducción de la palabra griega magoi, que significa matemático, astrólogo, astrónomo, y fue Tertuliano quien dijo que eran reyes y que procedían de Oriente) podemos encontrar una interesante catequesis de búsqueda de Dios. De hecho, encontramos todos los elementos: un descubrimiento, un camino de búsqueda, dudas e incertidumbres, la alegría del encuentro, y el inicio de un nuevo camino, a la vuelta.
La vida, a todos, nos ofrece con frecuencia pistas de Dios, pero podemos seguirlas o ignorarlas, Si las seguimos y seguimos buscando, surgen dudas y vacilaciones; si lo dejamos correr, no avanzamos ni encontramos nada; si seguimos, a pesar de las dificultades, llegamos un día a experimentar la alegría del encuentro con Dios, del encuentro de Dios. Y este encuentro, necesariamente, nos pide cambios, nuevos caminos, nuevos proyectos, más compromisos...Este es el itinerario cotidiano de la fe de los creyentes.
En las ofrendas que simbólicamente ofrecen los magos, los Padres de la Iglesia vieron tres símbolos: el oro simbolizaba la realeza de Cristo; el incienso, su divinidad; la mirra, el anuncio de su Pasión. Hoy nuestras ofrendas han de realizarse en las personas de los demás. Luchar por su dignidad, que es la dignidad delos hijos e hijas de Dios; unos hijos e hijas que también experimentan con frecuencia la Pasión y el sufrimiento, y que son hermanos y hermanas nuestros.
Queridos amigos y amigas, que empecemos este nuevo año con renovada ilusión, a pesar de todo. Es tiempo de oscuridad. Y por eso hemos de pedir más que nunca, que la inteligencia, y no los sentimientos y el falso apasionamiento, prevalezca en los análisis sociales, políticos y sobre todo eclesiales. Que trabajemos más nuestra paz y nuestro equilibrio interior. La lectura, el diálogo, el silencio, la oración y la reflexión son más imprescindibles que nunca.
Un abrazo muy cordial
Manuel Simó
sábado, 5 de enero de 2008
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