sábado, 12 de enero de 2008

El bautismo del Señor - 13-1-08

Queridos amigos y amigas, la liturgia da hoy un salto en el tiempo, pasa de la infancia a la edad adulta de Jesús y nos presenta su bautismo, momento en que llega a la plenitud la manifestación (epifanía) del Mesías: éste es mi Hijo muy amado.
Alguien, sin embargo, podrá preguntarse: ¿cómo es que hoy celebramos su bautismo (que tuvo lugar, según se supone, a los treinta años), mientras que el próximo 2 de febrero celebraremos su presentación en el templo (que tenía lugar a los ocho días del nacimiento? ¿No resulta un poco extraño?
Sí, pero hay que tener en cuenta que la liturgia no siempre sigue la sucesión cronológica de los hechos, y además hay que tener en cuenta el origen de las fiestas y el momento en que se instauran. De hecho, desde el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar como fiesta del Señor (y no como fiesta de María, aunque se conociera como la purificación) el hecho de la presentación en el templo. Una fiesta que, si la tradición fijaba como día el Nacimiento, a los cuarenta días era 2 de febrero.
Sin embargo, la fiesta del bautismo de Jesús es de origen mucho más reciente. Fue instituida el año 1960 y se puso como fiesta fija el día 13 de enero, cuando se cuumplía la octava de la epifania, porque a sus promotores les pareció que, como hemos apuntado antes, la manifestación de Jesús al mundo llegaba a su plenitud con el testimonio que se oyó en su bautismo: éste es mi Hijo muy amado, escuchadle.
Por otra parte, como enseguida apuntaré, la fiesta se instituía como una buena ocasión para que cada uno de nosotros reflexione sobre las exigencias de su bautismo, que es cuando comenzó nuestra biografía de cristianos y cristianas. Somos un pueblo de bautizados y bautizadas.
Por lo demás, en la última revisión del calendario, la fiesta del bautismo fue trasladada al domingo inmediato al 6 de enero, día en que se celebraba la fiesta de la Sagrada Família, y ésta se puso, tal como la celebramos, el primer domingo después de Navidad.
Hay que señalar también que ya en las primeras comunidades cristianas se plantearon ciertas dificultades en relación con el bautismo de Jesús, ya que si Juan Bautista predicaba un bautismo de conversión, no se veía claro de qué tenía que convertirse el Hijo de Dios. Por eso el evangelista Mateo, que es el que leemos este año, ya se hace eco de esta duda, cuando plantea el diálogo entre el Bautista y Jesús: so soy yo quien necesita que Tu me bautices, ¿cómo es que vienes Tú a mi?. Pero Jesús responde que El cumple lo que Dios quiere de El. Y seguidamente se produce la epifanía que declara, para que se enteren todos los presentes, que, en efecto, éste es mi Hijo...
Queridos amigos y amigas, tenemos hoy una buena ocasión para pensar en nuestro bautismo. En primer lugar, día de agradecer a Dios el don y la gracia de la fe; día para agradecer a nuestros padres que fueron los instrumentos para que Dios nos diera este don; y día de pensar si nos limitamos a ser bautizados sociológicos, o d enúmero; o si el Espíritu sigue vivo y actúa en nosotros. El bautismo no es en la práctica cristiana un acto más de piedad, sino el inicio de una vida nueva. Como Iglesia somos un pueblo de bautizados y bautizadas que se pone al servicio de los más débiles, que defiende la vida y denuncia las injustícias, anunciando la buena notícia a los pobres. Esta fue la vocación y la misión de Cristo, y esta es la misión y la identidad de la Iglesia.
Amigos y amigas, buena fiesta, y hasta la próxima semana
Manel.

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