Queridos amigos y amigas,
entramos en estos tres domingos que nos quedan hasta llegar a la Cuaresma, que este año viene temprana. Tres domingos que de alguna manera continúan las epifanías, o manifestaciones de Jesús, Hijo de Dios.
Recordemos la voz que aparecía en el bautismo de Jesús: proclamaba y reconocía a Jesús como Hijo amado de Dios y nos animaba a escucharle.
Pues bien, hoy es, según el evangelio de Juan, Juan Bautista quien nos presenta otra identificación de Jesús: es el Cordero de Dios.
La expresión es, naturalmente, eminentemente bíblica, y se refiere al cordero pascual del Libro del Exodo, que marcó el comienzo del proceso de liberación del pueblo de Israel. Al igual que entonces, Jesús comienza un nuevo proceso de liberación para quitar el pecado del mundo. El símbolo del Cordero alude a un Jesús inocente, que carga con el mal del mundo y es sacrificado por la salvación de todos. Con su carne nos alimentará y con su sangre nos liberará, transmitiéndonos así la paz...
Jesús Cordero de Dios es el avanzado de tantos inocentes y tantos corderos actuales, víctimas inocentes, cargados con las injusticias, las marginaciones y los individualismos de los demás.
Por otra parte, otro pensamiento muy aprovechable del evangelio de hoy nos lo da Juan Bautista con sus palabras: Yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios. Y es que solamente puede dar un auténtico testimonio quien primeramente ha visto, ha vivido, ha interiorizado y ha asumido aquello que afirma y proclama.
El verbo saber proviene del latín sapere que significa gustar. O sea que para saber de que hablamos y hablar de lo que sabemos, primero tenemos que haberlo gustado.
Amigos y amigas, el evangelio no defrauda, sino que anima y empuja. Pese a todo y pese a todos.
Un abrazo
Manel
sábado, 19 de enero de 2008
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