Queridos amigos y amigas, avanzo el comentario del pròximo domingo, ya que estaré fuera.
El texto completo nos ofrece tres parábolas, conocidas con el nombre de parábolas de la misericordia, muy propias de Lucas: la oveja perdida, la mujer que pierde una moneda y la famosa parábola del Padre acogedor o del hijo pródigo.
En un momento determinado, Jesús es acusado de acoger a los pecadores. Pecador, en tiempo de Jesús, era sinónimo de persona menospreciada, marginada de hecho y de derecho por su mala conducta. Y Jesús viene a darnos una lección que muestra la conducta de Dios con los pecadores: odiar el pecado, pero acoger a la persona que obra el mal. Dios va en busca de la oveja descarriada, se pone a barrer hasta encontrar la moneda perdida y sube al terrado para ver si vuelve el hijo perdido.
Este evangelio, como casi todos, tiene una aplicación personal y una dimensión comunitaria. Personalmente nos hace confiar plenamente en un Padre Dios que en contraposiciòn con el hermano del hijo pródigo, ama a las personas. Y comunitariamente nos ha de hacer pensar en la manera de organizar nuestro estilo pastoral. Porque nosotros, muchas veces, contrariamente a lo que nos enseñan las parábolas de hoy, nos dedicamos a mantener lo poco que tenemos y no vamos a buscar lo que hemos perdido. Resulta muy duro ir a buscar la oveja perdida (y eso que nosotros, al revés de la parábola, tenemos una en casa y hemos perdido noventa y nueve...), como resulta también fatigoso barrer la casa para encontrar una moneda. Ya tenemos bastantes... De alguna manera actuamos como el hermano mayor: él ya estaba bien con la ausencia de su hermano, no le disputaba nadie ninguna parcela. Pero no entendía que una familia nunca está completa mientras falta alguien. En nuestras comunidades faltan muchas personas, y no podemos quedarnos tan tranquilos.
Amigos y amigas, hasta la próxima semana.
Manel
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